Era una persona considerada por muchas personas por tener un temperamento sereno y compasivo.
Una familia muy rica había oído hablar de él y querían conocerlo, y claro está, también de lucirlo ante sus invitados, así que lo invitaron a comer.
Llegó modestamente vestido y enseguida se dio cuenta de que los presentes evitaban saludarlo e incluso los criados lo servían con desgana.
Abandonó unos minutos la casa y regresó con una elegante túnica.
Los dueños y los invitados de la casa lo saludaron muy efusivamente y los criados le servían con mayor esmero.
Llegó el momento de pasar al comedor para celebrar la comida y le señalaron el lugar donde tenía que sentarse.
Se quitó su elegante túnica y la colocó en su asiento.
-¿Por qué hace eso? -le preguntaron todos estupefactos.
–Ha sido mi túnica y no yo la que ha recibido vuestro respeto y consideración.
Por lo tanto que se quede ella a comer con vosotros.
Sosegado y sonriente, abandonó la casa para no volver jamás.