Cuando pienso en mi vocación médica siempre se me despierta esa conexión con la medicina más ancestral que son las plantas, en esa colaboración entre la naturaleza que nos rodea y nosotros.
Antiguamente se decía que siempre había una planta para curar los males de cada zona
«Contra cada padecimiento crece una planta (Paracelso, siglo XVI)»
Actualmente es más complicado, se globaliza todo, incluidas las enfermedades por lo que también necesitamos de plantas más diversas, afortunadamente ahora resulta mucho más fácil obtener plantas de otros países.
Los laboratorios utilizan plantas autóctonas, combinadas con otras de otros países, así que ahora poseemos más conocimiento y más diverso sobre este mundo tan mágico que es la fitoterapia.
La forma más natural de tomarlas es en infusión o decocción. La infusión evoca a hogar, calidez, siempre recomiendo al tomarla dedicar unos instantes a percibir el aroma, el color y el sabor, notar el calor en las manos al coger la taza, e intentar conectar con la planta y sus propiedades, es una experiencia espiritual en la que se siente esa conexión con la naturaleza.
Sin embargo, a veces se hace necesario tomarlas de otra forma, bien porque los principios activos que interesan son más difíciles de extraer, o por una cuestión de practicidad. Para ello existe en comprimidos, perlas, extractos o aceites esenciales, además esto facilita las mezclas sinérgicas que potencian su acción sanadora y aunque se pierde esa “magia” de la infusión lo que ingerimos nos sigue conectando con la naturaleza.
Las plantas son extraordinarias. Son capaces de comunicarse entre ellas, tienen sentidos y se relacionan e interacción con microorganismos para vivir mejor, algo parecido a nuestra flora intestinal. Son capaces de defenderse y generar sustancias para ello, que serán las que luego nosotros podemos utilizar para nuestra salud. Es como si las plantas fuesen laboratorios naturales que producen esas sustancias sanadoras.
Las primeras referencias escritas en las que aparece el uso de las plantas como medicina datan de más de 4.000 años, en papiros del antiguo Egipto, también en la antigua medicina china, asiria, fenicia y muchas otras.
Fueron los recursos más utilizados por los primeros médicos griegos y romanos (Hipócrates, Teofrasto, Dioscórides, Plinio). Galeno, el médico de cámara del emperador Marco Aurelio fue el primero en elaborar medicamentos a base de plantas, se considera el padre de la farmacia moderna y por esto hoy se llama galénica al proceso que convierte un principio activo en un fármaco, las fórmulas galénicas son las que se ocupan de prepararlos para optimizar su absorción, creando las distintas formas de presentación de los medicamentos.
Así que se merecen un reconocimiento especial, son mucho más antiguas que nosotros y poseen en su memoria mucho conocimiento de adaptación y supervivencia, que se traduce en sustancias que son las que podemos usar con efecto terapéutico.
Refranes sobre plantas:
Me encantan los dichos y refranes populares sobre las plantas, suelen contener mucha verdad sobre sus propiedades, algunas de ellas:
- De las virtudes del Romero, podría escribirse un libro entero.
- Quien la tos no calma, que beba agua de malva.
- Agua de tomillo, mata el gusanillo.
- Con ortiga y tomillo, te llega el pelo hasta el tobillo.
- Cuando la barriga duele, la manzanilla viene.
- Aceite y romero frito, bálsamo bendito.
- Al que come beleño, no le faltará sueño.
- La hierbabuena y la menta, fresca es como mejor sienta. (J. Sisa)
- Detrás de una buena comida, la hierba luisa hace la panza lisa.
Sería bueno ampliar estos dichos populares tan llenos de sabiduría, si conoces algún refrán sobre plantas, te agradecería que los dejases en Comentarios.
Mi tía abuela decía este:
Quién ajo come y vino bebe, ni la víbora le puede.
jajaja muchas gracias por tu aportación Montse.