Cierta vez un hombre decidió consultar a un sabio sobre sus problemas.
Después de un largo viaje hasta el paraje donde aquel Maestro vivía, el hombre finalmente pudo dar con él.
- Maestro, vengo a usted porque estoy desesperado. Todo me sale mal y no sé qué más puedo hacer para salir adelante.
El sabio le contestó:
- Puedo ayudarte con esto ¿sabes remar?
Un poco confundido, el hombre contestó que sí.
Entonces el maestro lo acompañó hasta el borde de un lago.
Juntos subieron a un bote y el sabio le dijo al hombre que remase hasta el centro del mismo.
- sigue, sigue-dijo éste- que debemos llegar al centro mismo del lago.
Al llegar al centro exacto del lago, el maestro le dijo:
- arrima tu cara todo lo que puedas al agua y dime que ves
El hombre, pasó casi todo su cuerpo por encima de la borda del pequeño bote y tratando de no perder el equilibrio acercó su rostro todo lo que puedo, aunque sin entender mucho para que estaba haciendo esto.
De repente, el anciano le empujó y el hombre cayó al agua.
Al intentar salir, el sabio le sujetó la cabeza con ambas manos e impidió que saliera a la superficie.
Desesperado, el hombre manoteó, pataleó, gritó inútilmente bajo el agua.
Cuando estaba a punto de morir ahogado, el sabio lo soltó y le permitió subir a la superficie y luego al bote.
Una vez en el bote, entre toses y ahogos, el hombre le gritó:
- ¿está usted loco? ¿no se da cuenta de que casi me ahoga?
Con el rostro tranquilo, el maestro le preguntó:
- Cuando estabas bajo el agua, ¿en que pensabas? ¿Qué era lo que mas deseabas en ese momento?
- Respirar, por supuesto
- Bien, cuando luches para salir adelante con la misma fuerza y convicción con la que pensabas en ese momento, respirar, entonces estarás preparado para conseguir.