La ansiedad es un síntoma, expresión de una situación interna y/o externa que se vive con sensación de atrapamiento y desesperación.
El organismo somatiza para poder expresar de alguna manera toda la tensión que se vive.
La ansiedad si perdura en el tiempo producirá síntomas añadidos, como sensación de asfixia, temblores, sudoración, náuseas, mareo, inestabilidad, alteraciones del sueño, de la alimentación, de la respuesta sexual…
En el plano psicológico también producirá inquietud, estar en constante alerta, ganas de huir, inseguridad, extrañeza, temor a perder el control, temor a la muerte, a la locura o el suicidio.
En algunos casos, incluso, se tendrá la sensación de muerte inminente o de que algo “malo” está a punto de pasar.
Todo esto provoca cambios en el comportamiento: sensación de torpeza, irritabilidad e incluso crispación.
Todo parece más complicado: hay dificultad de concentración, problemas de memoria, confusión, preocupación excesiva…
La propia ansiedad genera el temor constante a sufrir un ataque de ansiedad y eso genera más ansiedad.
Algunos consejos para la ansiedad, que pueden ayudarte
Cambia el foco de tu atención
Tu eres mucho más que tus síntomas.
No los hagas más importantes de lo que ya son.
Sin querer envías mensajes contradictorios a tu cerebro, la ansiedad es la respuesta natural a tu miedo, a la existencia de una amenaza que no es real, pero tu cerebro cree que si lo es.
Tienes que ayudar a tu cerebro en su función.
Que entienda que no existe ninguna amenaza y por tanto no es necesaria esa reacción.
No lo hará hasta que tu le transmitas ese nuevo mensaje.
Una manera de hacerlo es cambiar el foco de tu atención, ésta no puede tenerse en dos sitios a la vez, o la pones en los síntomas o fuera de ellos.
No puedes huir de ti mism@, no te queda otra opción que aprender una nueva convivencia en tu cuerpo y con tu cuerpo, no tengas miedo a su reacción esa no es errónea.
Tu cuerpo no es la amenaza, lo que crees de él si lo es.
Aprende técnicas de relajación-meditación:
Son técnicas que han demostrado ser muy útiles y eficaces.
Ponlas en práctica cuando tu situación sea tranquila.
Es el entrenamiento que necesitas para que luego cuando lo requieras te sean más efectivas.
Pon la atención en lo que te rodea.
Escoge lo que te haga sentir bien, empieza por las personas que tienes cercanas.
Si notas algún malestar, coge aire, cuenta hasta cinco y lo expulsas lentamente, repítelo, mientras sigues mirando a tu alrededor.
Capta cosas del exterior que puedan hacerte sentir bien, que te recuerden el sabor de la vida, de disfrutar de tu vida.
Aprende técnicas de control de pensamiento:
Deja de usar las palabras que habitualmente usas cuando tienes algún síntoma, frases como: “estoy agobiad@, no voy a poder, y si… me da, lo estoy pasando fatal, tengo temblores, me falta el aire, etc.”
Todas esas frases catastróficas que solo alimentan la inseguridad y tu incapacidad y por tanto mayor intensidad de los síntomas.
Incorpora frases nuevas que hagan todo lo contrario, no elabores lo que alimenta el miedo, elabora lo que alimenta la confianza, la calma, la seguridad.
De la misma manera que tu cuerpo traduce biológicamente el miedo en síntomas, lo hará también con la calma y la serenidad.
Con el entrenamiento cada vez será más fácil crear esa calma que necesitas.
Te puede ayudar escribir sobre eso que sientes como amenazas y crear frases nuevas que te ayuden a verlo de forma diferente.
Frases que puedas repetirte para desplazar las negativas.
Ante la situación temida, acéptala como incómoda pero no peligrosa.
«Cuando cambias el modo en que ves las cosas,
las cosas que ves cambian también” Wayne Dyer
Recuerda que el dueño de lo que piensas eres tú, tú puedes cambiar el vocabulario, el pensamiento crea la emoción.
Deja de evitar realizar tu vida por temor.
La evitación palía un poco el síntoma pero no solo no lo resuelve sino que va aumentando tu grado de autolimitación.
En vez de eso, prueba, hasta donde podrías llegar y una vez estés, no te conformes, prueba un paso más.
Es mejor que explores paso a paso, recobrando la calma (respira cuenta hasta cinco y suelta el aire lo más lentamente posible, hazlo varias veces, no avances hasta recobrar la tranquilidad)
Luego otro paso adelante, si es necesario vuelve a parar y repetir el ejercicio, otro paso… puede que esta vez sea lento, pero seguro que te fortalecerá enormemente.
Recuerda, puede ser incómodo pero no peligroso.
Deja de rumiar.
Cuando no paramos de pensar en algo durante todo el día, una y otra vez lo estamos haciendo importante, lo ponemos en relevancia.
Es como cuando te enamoras, solo piensas en esa persona, hablas de esa persona y solo deseas volver a verla.
La mente actúa igual para lo positivo que para lo negativo.
No hagas eso con la ansiedad, si piensas en ella todo el día, hablas de ella a todo el mundo, al final solo existe ella y eres mucho más que tu síntoma.
Utiliza un poco de humor, trátala como esa persona pesada que no te deja disfrutar de la cosas y dile frases como:
“que pesada eres, otra vez quieres venir a verme, pues yo no, ahora tengo otras cosas más interesantes de las que ocuparme, ahora no es el momento”
No la hagas nunca útil, a veces puedes tener la tentación de que te justifique no ir o no hacer algo que no te apetece. Siempre es mejor asumir que no quieres y expresarlo abiertamente que usar la ansiedad como tapadera.
Es como una liga de fútbol, todos los partidos cuentan y quieres ganar la liga, no dejes que gane ningún partido.
Nadie puede hacer por ti estas cosas.
Si puedes aprender de forma que te lo hagan más fácil, para eso están los profesionales.
Te pueden ayudar en el entrenamiento y el nuevo aprendizaje en pensar diferente, como puedes instalar nuevas ideas y a conocer mucho mejor tus respuestas biológicas.
No te pongas palos a las ruedas anticipándote con frases como, “yo no voy a poder, nunca saldré de esto, esto no sirve para mi…”
Deja de rumiar y empieza a pensar diferente, de forma útil para ti, aprende a desdramatizar las situaciones.
Elige en que pensar y sobre todo quien o que decides que guíe tu vida.
«Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación,
nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos» Viktor Frankl
No digas, “es que lo que me pasa a mi no le pasa a nadie, nadie sabe lo duro que es para mi”.
Te explico una pequeña historia:
Boris Cyrulnik, neurólogo, psiquiatra y psicoanalista pasó gran parte de su infancia en campos de concentración, donde perdió a toda su familia, luego estuvo en varios hogares de acogida.
Es el padre de la resiliencia, algo que se puede aprender, curiosamente el índice más alto de resiliencia se da en personas que han tenido una infancia complicada y difícil, el ser humano desarrolla de forma natural nuevos recursos que ayudan a afrontar la adversidad, recuperarse y salir fortalecido de ello, esto es la resiliencia.
El la define exactamente como ”el arte de metamorfosear el dolor para dotarle de sentido, es la capacidad de ser feliz incluso cuando tienes heridas del alma”, que nada te detenga, ni tu mism@.
Un último consejo:
No lo hagas sol@, un buen profesional te puede ayudar mucho.
En mi consulta tratamos la ansiedad desde la farmacología, terapias complementarias de demostrada eficacia y psicoterapia, haciendo un abordaje completo del problema. También te recomiendo el taller online con este mismo título.
Todo puede gestionarse de otra manera, la ansiedad también.